Teoría agustina de la obligación política.

La teoría de Agustín de la obligación política!

Agustín, en rigor, no ofrece una teoría de la obligación política. En general, la pregunta no es un problema para él. Él cree que la relación de la mayoría de las personas con el estado es explicable simplemente en términos de prudencia o interés propio. La mayoría de los ciudadanos obedecen al estado no por ningún sentido del deber, sino por temor a lo que les sucedería de otra manera, o para asegurar las recompensas (riqueza, cargo y gloria) que reciben aquellos que sirven bien a su país.

En su caso, las cuestiones de obligación no surgen realmente. Los cristianos, por otro lado, deben reconocer una obligación genuina de obedecer al estado y defender las instituciones de la sociedad, pero esta obligación no es distintivamente política. Es nuestro deber someternos al gobierno no porque el gobierno como tal tenga ningún derecho moral sobre nosotros, sino porque es la voluntad de Dios que debemos presentar.

El estado es el resultado del pecado, pero su existencia y operación están de acuerdo con el plan de Dios para el mundo. Él usa incluso instituciones defectuosas para generar al menos un grado tolerable de paz y orden. El cristiano lo reconoce y actúa en consecuencia. Ningún gobernante terrenal tiene ningún motivo para quejarse de las normas de ciudadanía impuestas por la fe cristiana.

Agustín reconoce la distinción tradicional entre el gobierno político y el gobierno despótico, pero no le otorga ningún significado particular en términos de su relación con nuestro deber como sujetos. No importa cuán malvados u opresivos sea nuestro gobernante, la rebelión o la resistencia activa no pueden ser justificadas. Si él requiere de nosotros algo que contravenga positivamente la voluntad de Dios, nuestro curso apropiado es la resistencia pasiva.

Debemos declinar educadamente cumplir y sufrir voluntariamente las consecuencias; Agustín nunca sugiere más que esto. Él tiene claro que todo el poder político, igual al poder de los emperadores malvados como Nerón, proviene de Dios. Los sujetos no pueden eliminar lo que no han conferido. Agustín también es querido que los malos gobernantes son nuestro justo castigo.

Si el emperador nos hace daño o nos persigue, no deja de ser nuestro gobernante legítimo. Si él nos ordena adorar a dioses falsos, debemos rehusarnos a obedecer no porque no reconozcamos su autoridad, sino porque todos nosotros, incluido el emperador, estamos obligados a reconocer una autoridad superior a la suya.

El comportamiento político de los cristianos al dar y negar obediencia no se rige por ningún principio que no sea su lealtad a Dios. La obediencia y el rechazo surgen de una obligación que no es política, sino religiosa.

En resumen, si un hombre se interpone entre esta era y el mundo moderno, es Agustín. Hay una buena razón para su influencia, no solo sobre el catolicismo occidental, sino también sobre Lutero, Calvino y todo el mundo protestante. Dentro de su propia experiencia, Agustín fue capaz de pararse entre varios pares de mundos, particularmente lo espiritual y lo mundano.

Su juventud se pasó descuidadamente, o a veces casi con cuidado, haciendo lo que no debía y absorbiendo el maniqueísmo gnóstico. Al mismo tiempo, se convirtió en un excelente maestro de la retórica, y llegó a Milán, donde Ambrose era un obispo. Aquí el neoplatonismo lo conmovió y, volviéndose hacia el cristianismo, buscó el contacto personal con Ambrose.

Fue entonces cuando tuvo su gran experiencia religiosa, que lo llevó al bautismo. Y en el siguiente medio siglo, Agustín siguió, casi sin ayuda, preparando la base intelectual para el pensamiento cristiano por otros mil años. Hasta Aquino, Agustín fue el único teólogo occidental. No solo encontramos en él un anhelo y una experiencia profundamente religiosa y mística, sino que también fue una de las mentes más inquietantes de la época.

Su capacidad filosófica y la penetrante visión psicológica que muestran sus estudios lo harían importante por completo aparte de sus conexiones cristianas. El estudio de los sueños es para él una herramienta importante para comprender tanto la psicología del hombre como sus relaciones con Dios y con el mundo espiritual.